Por la tarde, un pícaro contemporáneo -de esos muchos que conforman a nuestra sociedad mexicana- trató de negociar conmigo: por diez pesos, la flamante adquisición de un corazón de plástico.
Quizá cuando vio mi rostro, pensó en las características de las que habló un francés, y que un joven Milton lo había pintado a mano.
Quizá cuando vio mi rostro, pensó en las características de las que habló un francés, y que un joven Milton lo había pintado a mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario