miércoles, 9 de febrero de 2011

Danzares de prueba.

Cubrió su rostro con una manta: extensión en seda sintética de sus manos. Lo tomó como a Andrómeda por los antebrazos, y empujándolo, lo llevaba a un abismo imaginario a nivel del pasto.


(Esto, su ritual de amores...)


Enterró uñas y caninos en su piel, pretextándose en la severidad de sus doctrinas paganas, pretextándose para no decir que amaba su totalidad -ya por encima del cuerpo- como para dejar a su cadáver descomponerse bajo el sol.


(Y entonces, dejó al gondolero, el peso de nueve muertos...)


Sus manogrilletes se transmutaron en sogas.
Cabezabajo subieron en un espiral al infierno.

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