jueves, 17 de febrero de 2011

Sólo para entendidos.

Por la tarde, un pícaro contemporáneo -de esos muchos que conforman a nuestra sociedad mexicana- trató de negociar conmigo: por diez pesos, la flamante adquisición de un corazón de plástico.

Quizá cuando vio mi rostro, pensó en las características de las que habló un francés, y que un joven Milton lo había pintado a mano.

domingo, 13 de febrero de 2011

Y el austriaco dijo:

Pin-up: Imagen de una persona sexualmente atractiva, fabricada para ser clavada.

Girl: Chica, niña, mujer, tía.

Pin-up girl:
Mujer sexualmente atractiva, fabricada para ser clavada -sobre puertas, marcos, paredes, escritorios, etc...


No lo digo yo, es el significado que ha dado a la cultura pop: cultura que ama los objetos.
Las tetas venden...

Esta imagen habla más que el sarcasmo:

1961
Gil Elvergreen
Convenientemente llamada:
Pot Luck.


¿Ahora comprenden el asco a la cultura pop?
Sin embargo... yo publico en un blog.

sábado, 12 de febrero de 2011

Bashō retiene una injuria.



El ojo roto
sólo ve un color: café
como el árbol tríste
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Veo en tus piernas
aullidos de agua blanca
fuera el Sol quema
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No soy una eminencia en el tema del Haiku, pero en tanto que la métrica sea la indicada, me parece que pueden ser llamados Haiku.

Chascarrillo.


Porque en las calles, también existen los calambures.

De uniones.

Curioso que gramaticalmente, la Cópula se refiera a construcciones que se unen al mismo nivel.
Que Coupling -la conjugación en inglés para el acto sexual y no la acepción que se refiere a una broma- se refiera a un paralelismo.
Y que la Parataxis sea una relación paralela entre elementos, y la Hipotaxis, una relación de jerarquía/dependencia.

Después de todo, el lenguaje no es muy diferente al sexo.

jueves, 10 de febrero de 2011

Para voltear al cielo.

Los últimos dos meses han dado una revolución completa a mi vida. Ahora salgo a la calle con una visión muy distinta de las cosas y cuando veo a la gente pasar, me pregunto si ellos sufrieron este cambio que tan bien me ha caído.

Verán, desde que Ofiuco se abrió paso entre los doce signos zodiacales, todo ha sido distinto; casi perfecto, me atrevería a decir. No comprendo cómo es que pasé dos décadas y una vida, contemplándome bajo el signo de un cornudo marítimo -cosa que supongo no era tan mala; además de los cuernos, el símbolo que representa al animal (no se desvirtúen, por favor), es húmedo de la cintura para abajo; y lo que es mejor, con la cola de una Sirena: si dudan de la eficacia de las antes mencionadas, sólo hace falta leer la Odisea y advertirse de que sus gritos pueden ser mortales, y más si se producen a unos centímetros de distancia (digamos, a la distancia de una lengua y una oreja).

Ahora, los dolores -que en un momento consideré flemáticos pero también pasó por mi mente, una osteoporosis juvenil (con eso de que ahora existen los jóvenes de la tercera edad, he quedado totalmente desvirtuado con respecto a las edades)- de rodillas, muñecas, tobillos y hombros de los cuales sufrí mucho tiempo, desaparecieron en un parpadear lunar. Mi flexibilidad se potenció -cosa que más que atribuirla a los astros, la atribuyo a las horas en tugurios, donde seguramente asimilé las bellezas de extensiones musculares interminables por mero acto de mímesis- y además de esto, ¡ya no tengo miedo al amor!

Sé que este cambio ha sido productivo: dejar de ser pesimista para convertirme en un renovado predicador del positivismo, la modestia y el buen humor, me permitirá arrancar -como lo pidió el poeta a Satanás- un par de hojas totalmente negras, de mi carnet de cliente frecuente avernal -nótese mi disposición a los cambios, que hasta me doy el placer de aviolentar el lenguaje.

Con respecto a cosas de carácter más social, me da gusto no ser supersticioso; de otra manera, creería que todo esto es una farsa y en gran pretexto para volver a llevar la vista al cielo y contemplar una constelación que ha estado allí por más de veinte siglos. Después de todo, a los posmodernos, hay que engañárseles con innovaciones que han estado ahí desde siempre, y si el precio que se debe pagar para que el ciudadano promedio vuelva a pensar que existe algo allá arriba capaz de señalarles el destino: que así sea.

Por los siglos de los siglos, amén.

Queja...

Dos cosas antes de continuar con este simulacro:


  1. Odio Blogspot. El asco que tengo se debe a que este servidor de blogs es muy limitado con respecto a las opciones primarias que ofrece -es esto o en realidad no lo sé usar; aún...
    Por ejemplo: para poder dejar espacios entre los renglones, uno debe formular un par de etiquetas en lenguaje HTML y además de eso, entrar a la edición misma y buscar entre todos los códigos que conforman una entrada, el lugar específico en el cual debe ir acotada la etiqueta. En blogdrive -servidor con el que estuve familiarizado unos años-, no hacía falta el uso de etiquetas en HTML para poder hacer que una "entrada" se viera estéticamente adecuada -incluso en el negocio de las entradas, los ángulos son favorecedores para los actores: eso, y el estricto canon occidental de belleza estética púbica. Otra carencia obvia en la creación de entradas en Blogspot, es que la importación de símbolos de Word se hace imposible; por alguna razón, el servidor es selectivo y no permite el copiado dentro del campo de escritura. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿para qué tanta queja si es un blog de entradas promedio devenidas gracias al miedo irracional de una paranoia cibernética?


  2. Para cuando llegué a esta segunda viñeta, ya había olvidado cuál era la segunda queja; seguramente una mentira, así que una vez desfogada la única queja pública que tengo por el momento, continúo con la práctica prosística. Mis fanáticas -léase mi madre y un par de tías, quienes incluso dicen que soy algo guapo- esperan con ansia lo que sea que venga.